La dirección del Partido Socialista ha dado un giro estratégico en su relación con Junts per Catalunya. Tras siete años en los que los votos de la formación independentista fueron decisivos para la llegada y el mantenimiento de Pedro Sánchez en La Moncloa —desde la moción de censura de 2018 hasta las últimas investiduras—, el PSOE ha pasado a la ofensiva. El detonante de este cambio de guion ha sido la publicación de un duro editorial en el órgano oficial del partido, El Socialista, donde se acusa abiertamente a los de Carles Puigdemont de haberse alineado con la “ultraderecha”.

Del pacto a la acusación de “las tres derechas”

El texto difundido por Ferraz no escatima en críticas y sitúa a Junts en una nueva ecuación política: según los socialistas, el partido de Puigdemont ha venido a sustituir a Ciudadanos para conformar, junto al Partido Popular y Vox, el bloque de “las tres derechas”. El argumento central del PSOE es que la formación independentista “nunca vota a favor del pueblo”, señalando una coincidencia cada vez más frecuente en el sentido del voto de estas tres formaciones en la Cámara Baja.

Este cambio de tono llega después de semanas de tensión acumulada y advertencias lanzadas desde Waterloo. Junts ya había anunciado su desvinculación progresiva del Gobierno de coalición, alegando el hartazgo ante lo que consideran “incumplimientos reiterados” de los acuerdos pactados.

El descontento de Junts: amnistía y Puigdemont

La ruptura no ha sido unilateral. Desde las filas posconvergentes, su portavoz en el Congreso, Míriam Nogueras, ha sido vocal al expresar que el Ejecutivo no ha aprovechado “la oportunidad” histórica para cumplir con Cataluña. El principal punto de fricción sigue siendo la situación judicial de Carles Puigdemont. A pesar de la aprobación de la Ley de Amnistía, Junts lamenta que el texto no haya servido para blindar a los líderes del 1-O ni para facilitar el regreso del expresident, quien continúa residiendo en Bélgica.

Este estancamiento ha enfriado definitivamente una relación parlamentaria que ya mostraba signos de agotamiento, llevando a Junts a retirar su apoyo automático al Gobierno en votaciones clave.

El bloqueo presupuestario como arma arrojadiza

El punto álgido de este enfrentamiento se materializó recientemente en el Congreso, cuando Junts sumó sus votos a los de PP, Vox y UPN para tumbar la senda de déficit propuesta por el Ejecutivo. Este movimiento bloqueó el primer paso necesario para la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado de 2026.

Desde el PSOE, este rechazo se ha interpretado como la prueba definitiva del “giro estratégico” de Puigdemont. Los socialistas califican la actitud de Junts de “insolidaria”, argumentando que su negativa a aprobar el techo de gasto ha impedido la llegada de más de mil millones de euros extra del Gobierno central. Según Ferraz, estos fondos estaban destinados a reforzar la sanidad, la educación y los servicios sociales, recursos que ahora no llegarán a la ciudadanía debido a lo que denominan la “actitud de los nacionalistas catalanes”.

Con las posiciones más alejadas que nunca, el PSOE parece decidido a explotar electoralmente este divorcio, presentando a Junts no como un socio potencial, sino como un nuevo actor de la derecha conservadora que obstaculiza el progreso social.