El exasesor pasó de chófer fiel a confidente incómodo con una lealtad que aún ata al exministro socialista
Lo que más valoró siempre José Luis Ábalos de Koldo García fue su entrega absoluta. Era “un hombre sin vida”, siempre disponible, eficaz y discreto.
Conducir de madrugada hasta Cádiz, resolver un imprevisto doméstico o comprarle cigarrillos eran encargos habituales para él.
El exministro, incapaz de desenvolverse en la vida práctica, encontraba en su asistente un apoyo indispensable.
Quienes lo conocen aseguran que sin esa ayuda constante, Ábalos se sentía perdido. Por eso, cuesta imaginarlo al frente de entramados financieros complejos o maniobras de ingeniería económica.
En los últimos meses, Koldo ha vuelto a ser una presencia cotidiana en la vida del exministro, aunque de manera más discreta.
Su hijo mayor, Víctor, había asumido ese papel durante una etapa de distanciamiento. Pero el desgaste emocional de Ábalos ha reabierto la puerta a su antiguo hombre de confianza.
Ambos mantienen una comunicación frecuente. Koldo sigue actuando como portavoz oficioso ante terceros, y Ábalos está al tanto de sus problemas económicos.
La estrategia judicial compartida
El vínculo entre ambos también se extiende al terreno judicial. A finales de junio, Koldo disuadió a Ábalos de colaborar con la Fiscalía en el caso por el que ambos están imputados. Su influencia fue decisiva para que el exministro rechazara un pacto.

Algo similar ocurre con su resistencia a entregar el acta de diputado o a cambiar de abogado. “Jose no entrega el acta ni de coña”, llegó a decir Koldo en conversaciones privadas.
Los indicios apuntan a una estrategia legal concertada entre ambos, que explicaría la ruptura de Ábalos con su antiguo defensor, el penalista José Aníbal Álvarez.
El vacío tras la caída
Desde su destitución en julio de 2021, Ábalos vivió una etapa de desorientación. “Huérfano” de poder y sin estructura de apoyo, se encontró con un mundo real al que no sabía adaptarse. Su antiguo asistente estaba, pero menos.
El exministro intentó retomar la normalidad, aunque sus gestos revelaban desamparo. Llegó a acudir a reuniones con empresarios vestido con ropa informal porque venía de comprar muebles. Rechazó ofertas de trabajo y se recluyó en su vida doméstica.
Pese a todo, no olvidó a su colaborador. Le cedió su pequeño piso madrileño cuando Koldo esperaba una hija, gesto que reforzó un vínculo marcado por la subordinación y la fidelidad, pero no por la amistad.
Un “señor Lobo” al servicio del poder
Durante el mandato socialista, Koldo se convirtió en el solucionador de crisis del gabinete. Proveniente del mundo rural navarro, con pasado como aizkolari y exconcejal del PSOE, se transformó en una figura clave del sanchismo. Su cercanía con Ábalos era total.
Siempre de frente a la puerta y con la mirada vigilante, se encargaba de la logística y de la protección del ministro.
“Más fiel que un perro”, decía orgulloso el dirigente socialista, que lo exhibía ante periodistas como un símbolo de lealtad absoluta.
A pesar del escándalo, Koldo nunca ha dejado de mostrar admiración por su antiguo jefe. Lo ha descrito públicamente como “un político íntegro” y “patriota”, insistiendo en que en el “Delcygate” solo cumplió órdenes.

Ese discurso halagador, según quienes lo conocen, ha contribuido a que Ábalos no rompa del todo con él.
Incluso cuando supo que Koldo lo había grabado, su reacción fue de indulgencia. No hubo reproches, solo dudas sobre si las grabaciones eran parciales o constantes. En su entorno aseguran que esa actitud evidencia una dependencia emocional más que política.
Hablar poco, escuchar mucho
Algunos creen que Koldo podría tener información sensible sobre el exministro. Durante años, escuchó más de lo que hablaba, como buen chófer y confidente.
Otros, en cambio, ven en la permanencia de su relación una simple cuestión de comodidad.