Madrid — A pesar de la celebración oficial en la calle Génova por los resultados en Extremadura, la resaca electoral ha dejado un poso de grave preocupación entre los líderes territoriales del Partido Popular. La victoria de María Guardiola, que ha logrado sumar más del 43% de los votos, convive con una realidad incómoda que ha encendido las alarmas en las sedes regionales del partido: el crecimiento sostenido y robusto de Vox, que lejos de retroceder, se afianza como fuerza decisiva.
El análisis interno que realizan los “barones” populares va más allá del éxito puntual en tierras extremeñas. Lo que inquieta a los dirigentes que se enfrentarán a las urnas en los próximos meses —principalmente en Aragón, Castilla y León y Andalucía— es la tendencia al alza de la formación de Santiago Abascal. El caso de Badajoz, donde Vox ha logrado superar al PSOE convirtiéndose en la segunda fuerza política, ha sido interpretado como un aviso a navegantes: el partido a su derecha no solo resiste, sino que capta un descontento que el PP no logra monopolizar por completo.
El calendario electoral aprieta
La inquietud es palpable porque el calendario no da tregua. Tras el parón navideño, Jorge Azcón, presidente de Aragón, entrará de lleno en campaña, seguido apenas un mes después por Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. Para junio se espera el turno de Juanma Moreno en Andalucía.
En estos territorios, la implantación de Vox es tradicionalmente más fuerte que en Extremadura. Los presidentes autonómicos asumen ya que la estrategia de ignorar o minimizar a su competidor directo debe cambiar. Existe una sensación generalizada entre los cuadros del partido de que “toca asumir a Vox” como un actor estructural del que no podrán desprenderse a corto plazo. La aspiración de mayorías absolutas se desvanece para la mayoría, salvo quizás para el andaluz Juanma Moreno, quien, aun así, ve peligrar su hegemonía ante el ruido de tambores de sus rivales por la derecha.
Feijóo marca línea: “No equivocarse de adversario”
Alberto Núñez Feijóo, líder nacional del PP, intentó ayer poner orden en el relato y calmar las aguas internas durante la Junta Directiva Nacional. Recibió a Guardiola con honores en una sede abarrotada, buscando escenificar que el PP es la casa común del centro-derecha y el verdadero motor del cambio. Su lectura de los datos fue clara: el crecimiento de Vox no se ha producido a costa del PP, ya que ambos han subido en paralelo, sumando juntos un histórico 60% del voto en Extremadura.
Sin embargo, Feijóo no eludió la realidad de los pactos que se avecinan. Lanzó un mensaje directo a Santiago Abascal, advirtiéndole de que no debe confundir al enemigo. “Lo que pido es que Vox comprenda que su adversario no es el PP”, sentenció el líder gallego, instando a la formación verde a facilitar el cambio político sin “interpretaciones caprichosas” de los resultados.
El factor personal y la “marca” Vox
Otro elemento que añade complejidad al escenario es la relación personal entre los líderes regionales y sus homólogos de Vox. En el caso extremeño, la conocida animadversión entre Guardiola y los representantes locales de Vox promete unas negociaciones tensas para la investidura. Este patrón podría repetirse en Castilla y León, donde Mañueco ha mantenido enfrentamientos sostenidos con sus antiguos socios.
Lo que más frustra a los estrategas populares es la impermeabilidad de Vox a sus propias crisis internas o a la falta de conocimiento de sus candidatos locales. La marca parece estar impulsada por una tendencia nacional y por la figura omnipresente de Abascal, haciendo que los escándalos orgánicos o la inexperiencia de sus cabezas de lista autonómicos apenas les pasen factura en las urnas. “Da la impresión de que es una tendencia que no se puede frenar”, confiesan fuentes internas, resignadas a un ciclo electoral donde la convivencia con Vox será inevitable y, probablemente, más cara que nunca.