La crisis que llevaba gestándose meses en el seno de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) ha estallado definitivamente este jueves. España ha comunicado oficialmente que no participará en el Festival de la Canción de Eurovisión 2026. La decisión, un hito sin precedentes en la historia reciente de la participación española en el certamen, responde a la negativa de la organización de excluir a Israel de la competición.


El “no” de la UER y el voto secreto

La retirada de España no ha sido un acto impulsivo, sino el resultado de una intensa batalla diplomática en los despachos de la organización europea. Según ha trascendido, la delegación española, encabezada por RTVE, había condicionado su presencia en el festival a la exclusión de la cadena pública israelí (KAN), argumentando que su participación era incompatible con los valores humanitarios que debe promover el evento, dado el contexto geopolítico actual.

Para intentar lograr este objetivo, España forzó una votación secreta entre los miembros de la UER. El objetivo era permitir que las distintas delegaciones pudieran expresar su postura real sobre la continuidad de Israel sin miedo a represalias políticas o presiones externas.

El dato: A pesar de la maniobra española para garantizar la confidencialidad del voto, la propuesta de expulsión no alcanzó la mayoría necesaria. El “bloque duro” de la UER optó por mantener el estatus apolítico del festival, validando la presencia israelí una vez más.

Ante la imposibilidad de lograr el veto por la vía democrática interna, y cumpliendo con su ultimátum, España ha formalizado su renuncia inmediata a formar parte de la edición de 2026.


Efecto dominó: Países Bajos se suma al plante

La decisión de España ha provocado una reacción en cadena inmediata. Apenas unas horas después del anuncio de RTVE, la emisora pública de los Países Bajos (AVROTROS) ha confirmado que se une al boicot.

La delegación neerlandesa, que ya mantenía una relación tensa con la organización tras las polémicas de ediciones anteriores, ha decidido solidarizarse con la postura española. Este movimiento debilita considerablemente la imagen de unidad del festival, perdiendo en un solo día a un miembro del “Big 5” (España) y a una de las potencias eurovisivas más relevantes de la última década.


Un futuro incierto para el Festival

La salida de España supone un golpe económico y de audiencia muy severo para Eurovisión. Al ser parte del “Big 5” (el grupo de países que más contribuyen financieramente a la UER), la retirada de RTVE implica una merma presupuestaria directa para la organización del evento en 2026.

Expertos en el certamen señalan que la situación es crítica. La UER se enfrenta ahora a un dilema complejo: mantenerse firme en su normativa de no politizar el evento y permitir la participación de Israel, arriesgándose a que más países sigan el ejemplo de España y Países Bajos, o ceder ante la presión del boicot, lo que sentaría un precedente sobre el poder de veto de las delegaciones.

Por el momento, la UER no ha emitido un comunicado valorando las consecuencias de estas dos bajas, pero se espera una reunión de urgencia del Grupo de Referencia en los próximos días.