Un menor de 10 años, con TEA Grado 1 y grado de dependencia 2 y epilepsia, sufrió durante más de un año un presunto acoso escolar que escaló hasta agresiones físicas graves. Los informes médicos confirman las lesiones. La madre denuncia que la respuesta de la escuela fue sugerir que el niño “quería llamar la atención” y que su denuncia era “una mancha” para el colegio.
Alicante. Un menor de 10 años, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA) Grado 1 y grado de dependencia 2, epilepsia mioclónica y TDAH, ha sido víctima de un presunto caso de acoso escolar grave y continuado en el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Gloria Fuertes de Alicante. Según la denuncia de su madre y la documentación médica y policial aportada, el niño sufrió agresiones físicas que requirieron atención hospitalaria urgente en dos ocasiones, mientras la dirección del centro supuestamente minimizaba los hechos y eludía su responsabilidad.
La situación límite se alcanzó el pasado mes de septiembre de 2025. El día 18, el menor fue llevado de urgencia al Hospital Dr. Balmis tras una agresión en el colegio (una patada, según un informe médico posterior y el testimonio de la madre). El informe de urgencias de ese día diagnosticó “Torsión de hidátide izquierda”. Tras siete días de reposo en casa, el niño regresó al centro.
Apenas uno o dos días después de su reincorporación, el 25 de septiembre, el mismo agresor presuntamente volvió a golpearle. Un nuevo informe de urgencias de ese día es contundente; el motivo de la atención fue “DOLOR TESTICULAR TRAS PUÑETAZO”. El diagnóstico: “CONTUSIÓN TESTICULAR”.
Ese mismo día, siguiendo la recomendación del hospital, que activó su propio protocolo, la madre interpuso una denuncia ante la Policía Nacional (Atestado Nº 7582/25). En ella, expone que su hijo, con autismo y epilepsia, sufre acoso “desde el año pasado” y que, tras comunicar el caso al centro, “no le han dado respuesta y continúa el acoso”.
Un historial de “inacción”
El calvario del menor no comenzó en septiembre. Su madre relata que el acoso se inició cuando tenía 9 años, primero con “insultos y vejaciones” que escalaron a agresiones físicas, ocurriendo frecuentemente en el horario de comedor.
La salud mental y física del menor se deterioró drásticamente. El niño, debido a su TEA, no sabía cómo verbalizar la situación y comenzó a mostrar “mucha agresividad en casa”. Su psiquiatra tuvo que recetarle antidepresivos. La situación llegó a tal extremo que el niño, con 9 años, “perdió hasta los esfínteres”.
La queja formal y la reacción del centro
Ante la falta de soluciones, el 24 de febrero de 2025, la madre presentó un escrito formal ante la Consejería de Educación en Alicante. En la solicitud, exponía que su hijo “sufre constantes agresiones físicas y verbales” y que, en consecuencia, “se hace caca encima, no quiere ir al colegio, sufre de miedos y por ello lo medicamos con antidepresivos”.
Esta queja provocó la intervención de una inspectora de educación. Sin embargo, según la madre, la reacción de la directiva del colegio fue de reproche: “por qué había hecho eso (…), que eso era una mancha para ellos”.
Aunque se activó un protocolo y se asignó una monitora al niño durante dos meses, esta fue retirada después de que el colegio presuntamente informara a la inspección de que “todo estaba bien” y “lo habían solucionado”, algo que la madre niega rotundamente.
“Quiere llamar la atención”
Tras las agresiones de septiembre y la denuncia policial, la madre se reunió de nuevo con la directiva aportando los informes médicos. En esa reunión, relata haber expuesto otras agresiones graves, como un intento de asfixia (detenido por una profesora), puñetazos en la cara y “una chincheta clavada en la palma de la mano”.
La respuesta de la dirección, según la denuncia de la madre, fue minimizar los hechos y culpar indirectamente a la familia. “Me dicen que, como sabemos que te has puesto también a trabajar, quizás el niño lo que quiera es llamar la atención”.
Incluso, la madre afirma que la dirección justificó a uno de los agresores con comentarios discriminatorios:
“Bueno, es que fulanito de tal… es que es gitanillo y claro, ya tú sabes que son un poco así”.
La solución final no vino del colegio, sino de la pediatra del menor. Al ver el estado del niño y los informes, emitió un documento desaconsejando su asistencia al centro. Con ese informe, la madre solicitó un traslado urgente, que finalmente fue concedido por la inspección. “Para ellos ha sido más fácil lavarse las manos, que solucionar el problema. Y los agresores siguen en el colegio”, lamenta la madre.
A fecha de hoy, el menor se encuentra en un nuevo centro, donde según su madre está “enormemente feliz”, aunque sigue arrastrando el trauma. La familia sigue esperando la actuación de la Fiscalía de Menores. “Yo solo pido visibilidad”, reclama la madre, “visibilidad, que se haga justicia y que ningún niño más pase por todo esto”.
Fuente: Madre de la víctima por acoso escolar